.... Y nunca mejor dicho. Ayer lunes asistí a mi primera intervención quirúrgica. El paciente era Homer, un Yorkie más que bueno de 10 años de edad. Tenía piedras en la vejiga y ya le habían intervenido antes por el mismo problema.
Estuve un rato más pasando consulta hasta que se fue el último cliente y me quedé con Carlos el veterinario y su socia Mercedes. Mientras le colocaban una vía al pobre Homer y colocaban el material me iban advirtiendo de que si me mareaba saliera del quirófano. Yo les dije que no era aprensiva ante la sangre y a las vísceras. Aún así me dijeron que más de uno se mareaba la primera vez que asistía a una cirugía.
Pasamos al quirófano, intubaron al perro, le colocaron en decúbito supino, echaron yodo sobre la parte a abrir.... y me desmayé! Pasé una verguenza terrible, ni siquiera habían empezado y ya me había mareado. Sinceramente, cuando me recuperé lo achaqué al calor de aquel cuartito y al olor a Betadine.
Salí un momento a la parte donde pasan consulta, me senté, me eché un poco de agua en la cabeza y volví a entrar a quirófano. Ya habían abierto y sacado la vejiga del animal. Me mareé unas cuantas veces más con sus respectivas salidas del quirófano, pero finalmente conseguí ver la operación completa.
La verdad es que no me daba angustia ver órganos perrunos fuera de un cuerpo... era ese olor, ese calor... Me imagino que con el tiempo me iré acostumbrando porque la experiencia, aunque un poco agitada, fue estupenda.
Un dia de perros...
13 de febrero de 2008Publicado por tempus fugit en 1:56
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario