Todos deseamos tanto ser correspondidos en el amor... Y más o menos entendemos que tiene sus etapas, sus fases, y que ese sentimiento que no sabemos muy bien donde habita, si en el corazón o en la mente, es un ciclo.
Por lo visto, hay antropólogos que se dedican al estudio del AMOR. Para empezar, hacen una clara diferenciación entre el amor pasional y el propio amor.
El amor pasional, la atracción, es una combinación de tres neurotransmisores: la dopamina (la de las taquicardias), la noradrenalina (esa que produce los impulsos) y la serotonina (un inhibidor). Cuando todo esto empieza a mezclarse en nuestro cerebro se produce la pasión. Yo, sinceramente, prefiero la versión más romántica de las mariposas en el estómago. Pero al parecer, la pasión tiene fecha de caducidad, según los expertos dura entre 1 y 3 años.
Así pues, una vez terminada la fase pasional y no nos hemos aburrido aún de nuestra pareja, tenemos la opción de extender nuestra relación algunos años más compartiendo aficiones excitantes y motivadoras. Es decir, que ahí es cuando ya nos tenemos que autoestrujar nuestros cerebros, faltos ya de neurotransmisores, y echarle fantasía y picante al asunto.
No sé... ¿realmente hace falta tanto estudio sobre el tema cuando el ser humano lleva amando milenios?. Sinceramente pienso que la química del amor no tiene nada que ver con todo esto.
Quizá si que el amor sea realmente una droga. ¿Pero nos enganchamos más al amor que siente la persona amada por nosotros que al que nosotros brindamos?. Yo necesito sentirme correspondida, sino, apenas tiene significado el amor que profeso, queda como suspendido en el aire revoloteando como las mariposas de mi estómago. El NO duele y no se si segregamos alguna hormona que cure eso. Ahí parece que solo puede interceder ya el tiempo.